jueves, 14 de octubre de 2010

LA HUERTA por Guillermo Iglesias

Capaz que la épica se terminó por esto mediatizar la calentura. Tanto matar a control remoto que uno sale ya cansado y con el único propósito de cuidar la quintita. Convertido en un hortelano afligido, se puede aspirar a lo sumo a proferir cada tanto una enérgica protesta. Te pisan la escarola o te manotean un rábano y ahí estás, hecho un energúmeno, una bola de nervios el tipo, ¡no sabés como se puso!.

Nada. No se puso nada. Se puso un rato más cerca del infarto, un rato más calvo, más dispéptico se puso. Tan sano como es patear una cabeza, un culo, un uniforme. Pero no. Nada. ¡Jus-ti-cia... jus-ti-cia... jus-ticia..! Decime un poco. Además hay... no sé, como una vanidad. La vanidad del perejil ya que hablamos de huerta: “Esto es una manifestación pacífica” ¡Encima lo dice! ¡Queremos elevar nuestra queja, dice!: Un nabo el pelado. “Elevar”, como el verbo lo indica, te pone por allá abajo, en el surco, junto al plaguicida para que no te mueras antes de tiempo, abonado con bosta para que crezcas y engordes. Después te morfan. Lo más lindo es que lo sabemos. Vos le preguntás a cualquier palurdo y te dice: “Si no fuera por los chicos”. Te ponés las dos manos a los costados del morro, haciendo bocina y le gritás en la oreja ¡Es por los chicos, mamerto! Y ahí nomás el tipo eleva otra enérgica boludez. ¿No es lindo?.

Mediatizados. Zoquetizados mas bien. Cuando nadie lo ve, (después que se le aflautó la voz de tanto elevar) el tipo es Rambo, Arnold Shuarzecatzo es. Una fiera.

El increíble Hulk -ya que hablamos de verde- se desinfla en cuanto apaga la pantalla. Arruinado, se toma la pastilla, controla el despertador se mete en la cama con Angelina Jolie. Pero olvidate. Ya no puede elevar más nada.

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