jueves, 14 de octubre de 2010

EL FUNCIONARIO por Eduard Martínez Lledó

El funcionario miraba desde el enor...me ventanal de su despecho de la Secretaria del Ministerio de Industria el ir y venir de las gentes que transitaban por la calle. Cada una de ellas lleva, encima de su espalda, su ilusión, o decepción, que la vida le proporciona en el momento, como quienes llevan un saco de harina descargado del camión de una ONG haya por tierra de hambrientos, unos acarrean el saco con la esperanza de poder hacer tartas y poder dar de comer a los suyos, otros con desidia y cansancio de no saber cuando llegara el próximo camión y, pensando en la cantidad a racionar para que no se acabe antes de su llegada.
El funcionario llega a su meta, el Presidente de Gobierno le ha llamado a su despacho para preguntarle si estaba dispuesto asumir el Ministerio de Industria y poner en práctica el plan que, tan brillantemente había diseñado para el progreso industrial del país. Si aceptaba, tendría detrás toda la industria pesada y el capital necesario para llevarlo a cabo. Los magnates de la industria y el capital estaban maravillados por lo que consideraban una idea genial de progreso. Más fabricación, y menos coste de producción y de materia prima otorgarían mayor plus valía. Por su puesto que, el funcionario, había dado el sí de inmediato.
Es con lo que siempre soñaba desde los tiempos de la universidad. Aquellos que durante las vacaciones viajaba como voluntario, precisamente a las tierras de los hambrientos, con los camiones que transportaban la harina para que hicieran las tartas. Por aquel entonces, las estadísticas de la FAO calculaban unos cuatrocientos millones de personas con hambre por todo el mundo, hoy, los últimos datos dicen que, son más de mil millones de desnutridas y hambrientos que deambulan cada día por la tierra pidiendo pan y agua.
Su vida era un éxito continuado. Terminó la carrera de ingeniero industrial con el número tres de su promoción, fue el primero en las oposiciones al ministerio. Había llegado a ser Secretario del Ministerio de Industria y ahora el Presidente del Gobierno lo nombraba Ministro, a los 45 años recién cumplidos, no tenía un porvenir refulgente, era refulgente.
Claro que su plan pasa por explotar las minas de la tierra de los hambrientos, y obtener la materia prima, con el beneplácito del dictador de aquel país y la gente que pululan a su alrededor. Las industrias transformadoras no haría falta que estuvieran ubicadas en el país, tendrían que estar situadas en naciones en vía de desarrollo o con desarrollo incipiente donde la mano de obra resultaría más barata. Son las nuevas tecnologías, deslocalización se llama.
El futuro Ministro de Industria, seguía mirando por el gran ventanal que daba a la calle y pensaba, -fuera hace frio, llueve, no, es agua nieve, a la noche nevara. No hay problema, mi esposa y los niños están protegidos. El portero habrá hecho subir la presión de la caldera por que ayer los niños se quejaban de que tenían frio.
Fuera del despacho, del todavía Secretario del Ministerio de Industria, en la oficina, había un pequeño alboroto de alegría, estaban preparando una pequeña fiesta para homenajear al futuro Ministro.
De pronto, en el despacho del Secretario, sonó un disparo, y se hizo el silencio. . . . . .

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