Pacientemente rebaña el plato con el dedo y antes de llevárselo a la boca, recuenta de memoria los pocos y cada uno de los puñaditos de arroz del alma que le ha regalado el día. Aquel hombre la mira, élla relame su dedo y acepta la propuesta.
EL CIGARRO DE AGUSTÍN, el blog de Txema Anguera
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