jueves, 24 de junio de 2010

UNA ESCENA REPETIDA por Soledad Gallardo

Las lágrimas corrían por los surcos de su rostro, en silencio; su boca permanecía muda, incapaz de emitir ya ni un triste lamento. Tenía la cabeza apoyada en el regazo de su hija, ladeada, con los párpados cerrados pero aún despiertos los oídos.
La joven sin edad, acariciaba la espesa melena de su madre -esparcida por sus piernas sin muslos- y en un alarde de vitalidad le susurró una bella melodía. Antes de la última cadencia, los ojos avispados se posaron en una brizna verde. Entonces engalanó la voz y repitió el estribillo con todo el ardor y la potencia de sus diminutos pulmones.
Aquel pequeño brote en un terrón reseco era por fin una esperanza, pero, sólo una de ellas pudo ya levantarse y reanudar el camino.



LOS RELATOS MÁS RELAMIDOS, blog colectivo en el que publica.

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