Algunos lloran, yo no. No tener nombre es como no tener alma. Las madres nigerianas no se lo ponen a sus hijos hasta alcanzada cierta edad, hasta saber si sobrevivirán a la hambruna y las enfermedades.
Mi madre es Joy, tiene 17 años y nunca quiso quererme demasiado y me racionaba los besos, las caricias, los abrazos. Soporta así mejor mi pérdida, sólo me llora un poco cada noche. Pronto me olvidará. Es más fácil olvidar a un hijo sin nombre. Ahora arropa a mis dos hermanas que duermen sin nombre en su regazo.
Mi madre es Joy, tiene 17 años y nunca quiso quererme demasiado y me racionaba los besos, las caricias, los abrazos. Soporta así mejor mi pérdida, sólo me llora un poco cada noche. Pronto me olvidará. Es más fácil olvidar a un hijo sin nombre. Ahora arropa a mis dos hermanas que duermen sin nombre en su regazo.
Ay, Isabel, este texto duele como debería doler el hambre ajeno.
ResponderEliminarUn gran abrazo desde Bs. As.